La loca de la casa

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¿Qué lleva a un atleta a perder el control; a ser tan frágil emocionalmente para caer en conatos de bronca? Perder el foco es fácil para una mente no entrenada. El pasado juego entre América y Pumas es un triste ejemplo de esto. Estamos tan acostumbrados a la violencia que algunos pensarán: “No es para tanto; ni se pegaron fuerte”.

¿Qué aprenden los niños en las canteras de los equipos de fútbol? El concepto que tienen de sus contrincantes lo aprenden ahí. “El odiado rival”; “El rival supremo”; “Hay derrotas que duelen más”. En fin; no es lo que sucede, sino, lo que tú te dices de lo que sucede.

Una mañana de jueves, mientras veíamos un entrenamiento de la Sub 20 en La Cantera Puma, un directivo me comentó: “Tal vez de todos estos chicos uno debute en Primera División; pero lo importante es que los formamos no sólo para ser futbolistas; sino para ser buenas personas.” Me consta que el club universitario tiene una filosofía bien definida y un decálogo en el cual La Garra siempre está presente. No obstante, siempre es retador no ser absorbido por la tormenta del rival o la propia. Me refiero a una mente demasiado agitada; el sobre pensar mucho.

En este caso, un futbolista o cualquier atleta se vincula con la competencia desde el estrés, el sufrimiento, la carencia y la ansiedad.

¿Te has preguntado cuál es el discurso que te cuentas cotidianamente? ¿Qué palabras sueles habitar? La percepción de lo que consideramos realidad está determinada por la neuroquímica que segregamos en nuestro organismo. La misma situación la puedes ver estresante o como amenaza si tienes demasiado cortisol o de una manera muy diferente si tienes dopamina.

El budismo le llama “la mente de mono”. Precisamente por que la lengua mental es como un mono inquieto que salta de un lado para otro. Incapaz de enfocarse y de dar soluciones creativas a la situación. En este orden de ideas, Santa Teresa de Jesús, le llamaba “la loca de la casa”. Ella hablaba de cómo anhelaba con ansiedad que esa “loca de la casa” se callara. Buscaba una paz mental, ese “silencio cerebral”. William James (psicólogo) le llama “la corriente de conciencia”.

La neurociencia le conoce como “La red por defecto”. Descrita por primera vez en 1976. Un atleta sin entrenamiento mental tiene en su cerebro mucha actividad espontánea; es decir, sus monos o la loca de la casa están libres y controlan sus impulsos y emociones. Estos pensamientos suelen ser proyecciones, como una especie de TikTok mental; son historias breves que van hacia el futuro, casi siempre negativas. Y van de la imaginación a los recuerdos.

Pero, sobre todo, hay un exceso de diálogo interno. ¿Sabías que en un 70% este discurso interno es una autorreferencia? Es decir, son historias en las que el atleta es el protagonista; es un narrador en primera persona. Con base en lo anterior, el sábado pasado en el América vs Pumas vimos a dos manojos de futbolistas exaltados por su lengua mental; cualquier pretexto era bueno para que el mono confrontara a la loca de la casa; fruncían lo belfos, se empujaban, cada uno hacía lo que creían que se esperaba de ellos en una bravata; pero no así en lo futbolístico.

Ni la mercadotecnia fue capaz de cambiar el sabor de un partido gris, sin mucha creatividad por ambos bandos. Las vacas sagradas anduvieron opacas; un Cabecita perdiendo la cabeza, burlándose después de haber fallado un penal y anotando en una segunda oportunidad. ¿Será que entre más grande es la cabeza más grande es el mono mental o más desquiciada la loca de la casa?

En este sentido el budismo dice que “cuando tu alma esté preparada, todo lo que veas y todo lo que escuches será aprendizaje”. Traducción: una mente entrenada será más capaz de gestionar los retos emocionales de una competencia; los valores serán una serie de conductas medibles y observables y la filosofía de sus equipos les dará la estructura necesaria para reforzar, desde el neuro desarrollo, el concepto de un Yo comprometido con el deporte y la competencia. Esto es #palabradecoach

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