Convertirte en tu propia meta es vivirte en tu meta, habitarla; esto permitirá eliminar las distancia entre lo que hoy eres y lo que quieres ser; toma en cuenta que tu mindset actual es muy diferente al mindset de la versión en la que quieres convertirte.
Como te comentaba en la columna anterior, es importante que te concentres en adaptar tu estilo de vida actual a las acciones que deberán convertirse en hábitos.
Los ganglios basales entran en acción; éstos desempeñan un papel protagonista en la manera en la que formamos hábitos, ya sean positivos o negativos; también es importante la influencia del estado de ánimo y de los sentimientos.
Nuestra forma de vida está determinada por cómo nos dice la mente que hemos experimentado nuestros recuerdos.
Es por esto que la creación de nuevos hábitos es un ejercicio retador para nuestros cerebros. ¿Qué podemos hacer entonces? Primero identifica entre dos mapas: hábitos de resultado; éstos se enfocarán en los mini objetivos logrados, mismos que deben ser fácilmente cuantificables: dieta, control de peso, porcentaje de masa muscular, tiempo y distancia de un recorrido, etcétera.
El segundo mapa es el de los hábitos de identidad, es lo que te dices que eres. Aquí están tus juicios, creencias, emociones, conversaciones internas y externas y tus valores.
Eres tú en el cuento que te has contado. En este escenario tu mente y cerebro deberán ser tus mejores aliados para luchar conta los hábitos anteriores que están llenos de dopamina; es decir, tu Yo enamorado de tu antigua versión.
Para lograr los hábitos de identidad genera un plan de acción basado en pasos económicos; de esto ya te hablé en la columna anterior, pero es tan importante que vuelvo a subrayarlo. El objetivo es no alertar a tu amígdala cerebral para que ésta no crea que estás en riesgo y produzca un exceso de cortisol y genere historias de miedo que te impidan tu avance.
Algunas teorías hablan de “reducir la fricción”, dicho de otra manera, ponérselo fácil a tu cerebro; por ejemplo, en vez de ponerte un plato de papas fritas para comer cuando te ataca el antojo, pon un plato con jícama, zanahoria y limón.
Cierto, tu cerebro no querrá invertir el tiempo en crear el platillo saludable; implica menos esfuerzo comprar las papas que pelar y cortar la jícama y la zanahoria.
Para ello te comparto una herramienta que consiste en las siguientes preguntas: ¿a qué le he dicho que sí que me ha traído hasta aquí? ¿A qué le he dicho que no que me ha traído hasta aquí? ¿A qué le he dicho no sé, que me ha traído hasta aquí?
Estas primeras tres preguntas están enfocadas en tener claridad mental de aquellos hábitos que te conforman en este momento de mi vida.
Las siguiente tres preguntas son: ¿a qué le diré que sí para llegar a mi meta? ¿a qué le diré que no para llegar a mi meta? ¿Qué no sé, que si supiera, me permitiría llegar a mi meta? Estas preguntas tienen por objetivo generar un plan de acción.
Es una promesa que haces contigo. Las seis preguntas te invitan a hacer consciente lo inconsciente; a cacharte en tu propia historia de vida: tu Yo del pasado y tu Yo del futuro; tu identidad.
Va un tip: no respondas las preguntas en una sola sentada. Aprópiate de ellas, interiorízalas y cáchate cuando estés haciendo algo; piensa si eso te acerca o te aleja de tu meta y de aquello en lo que quieres convertirte.
Responde las preguntas cuando identifiques que la acción que estás realizando es la respuesta de alguna de los seis cuestionamientos anteriores.
Para ser tu propia meta deberás salir del piloto automático en el que has vivido hasta hoy. Pasar de “esto no es para mí; me da miedo o puede salir mal” a “estamos ante un gran reto y lo voy a tomar”. La flexibilidad cerebral te permitirá conectar con el Yo que tanto anhelas. De esto te hablaré en la siguiente columna.
#palabradecoach