Los desafíos en el deporte nos ponen a prueba constantemente; algunos los toman como una desventura y algunos otros los asumen como una oportunidad para vencerse a sí mismo y ser mejores.
La mente del deportista es el verdadero terreno de juego; es donde se fragua el éxito o la derrota. ¿Tú sueles tener una mentalidad fija o de crecimiento en tu área deportiva?
La psicóloga Carol Dweck introdujo los conceptos de mentalidad fija y mentalidad de crecimiento; éstos han sido ampliamente aplicados en diversas áreas, incluyendo el ámbito deportivo. Comprender el mecanismo de estas mentalidades y su impacto en el resultado puede marcar la diferencia en el rendimiento de un atleta y en su capacidad para superar desafíos.
¿De qué va la mentalidad fija? Se basa en la afirmación de que las habilidades y talentos son innatos e inmutables. Los deportistas con este tipo de mentalidad tienden a pensar que su rendimiento depende únicamente de sus capacidades naturales, situación mental que los lleva a evitar desafíos o rendirse fácilmente ante el fracaso. La resiliencia no es un elemento presente en la mentalidad fija.
Como había mencionado en una columna anterior, en el cerebro se activan áreas relacionadas con la emoción y la percepción de riesgo, como la ínsula anterior y la amígdala cerebral; esto los lleva a evitar situaciones donde puedan fracasar, a desmotivarse fácilmente ante la adversidad, también a sentir que el esfuerzo es inútil si no se obtiene el éxito inmediato; se presionan demás generando un exceso de cortisol y suelen percibir la retroalimentación como una crítica personal en lugar de una oportunidad de mejora.
Los atletas con una mentalidad fija regularmente limitan su crecimiento porque creen que no pueden mejorar más allá de su talento natural. Esto los lleva a la frustración y al estancamiento en su desarrollo deportivo. Actúan desde la víctima y no desde el protagonista. La culpa es de todos los demás y su entorno.
Por otro lado, la mentalidad de crecimiento se basa en la certeza de que las habilidades pueden desarrollarse mediante el esfuerzo, la dedicación y la práctica constante. La disciplina y la resiliencia son elementos protagonistas en este rubro. Los deportistas con esta mentalidad ven los desafíos como oportunidades de aprendizaje y se esfuerzan por mejorar continuamente; también están en disposición de aceptar los errores como parte del proceso de aprendizaje. Ven los desafíos como oportunidades para mejorar, y suelen persistir no obstante las dificultades y tropiezos.
Los atletas de mentalidad de crecimiento asimilan el esfuerzo como un componente esencial del éxito y reciben la retroalimentación de manera constructiva. En ellos la dopamina se va principalmente para el cerebro estriado y el córtex prefrontal, lo que les permite aprender de sus errores, mejorar sus habilidades y desarrollar una mayor confianza en sí mismos.
Para ejercitar una mentalidad de crecimiento se debe replantear el fracaso en lugar de verlo como una derrota. Es vivirse en la creenciade una oportunidad para aprender y mejorar. Otro aspecto importante es enfocarse en objetivos que promuevan la mejora continua en lugar de sólo resultados inmediatos. Celebrar el progreso y el trabajo duro en lugar de enfocarse únicamente en el talento natural, así como recibir la retroalimentación como una oportunidad para el crecimiento en lugar de una crítica personal.
La diferencia entre la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento puede determinar el éxito o el fracaso de un atleta. Aquellos que creen en el poder del esfuerzo y la mejora constante tienen más probabilidades de alcanzar su máximo potencial y superar obstáculos. Fomentar una mentalidad de crecimiento no sólo beneficia el rendimiento deportivo, sino que también fortalece la resiliencia y la confianza en uno mismo, valores clave tanto dentro como fuera del deporte.
Por último, es imprescindible evitar los ejercicios dopaminérgicos; las redes sociales, por ejemplo, que nos hacen creer que todo está al alcance de un click y requiere de muy poco esfuerzo. Este escenario implica un alto nivel de frustración, victimismo y emociones desbordadas sin razón. El merecimiento sin esfuerzo es la creencia dominante.
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