“Puede ser que este mundo no te guste, pero es exactamente lo que has hecho de él”. Afirmaba Carl Sagan, astrónomo y divulgador científico, en su novela Contacto. Y sí, el mundo que percibimos, que padecemos o gozamos es el que hemos diseñado desde nuestro sentir, pensar y actuar. Nos han enseñado que el éxito es sólo un logro de metas que hay que alcanzar a cualquier precio, incluso, por encima de otros.
Se ha normalizado el fijar KPI´s, OKR´s, MCI´s y dejarse la vida por lograr esos números. El estrés, la incomunicación, el encono; los conceptos de lucha, de guerra, de enemigos, son las palabras en las que habita el éxito común. ¿Pero, acaso, hay otro camino al éxito? De hecho, ¿existe otro tipo de éxito que se alcance a través de la comunidad y que sea tan valioso como el “éxito normalizado”?
Tener éxito no significa únicamente conseguir metas a cualquier precio y establecer nuevos objetivos después de haber logrado o no el sueño deseado. Tampoco se trata de altas velocidades por llegar primero; ir tan de prisa en la vida es una forma de mantener a la gente a distancia para que no te alcancen jamás, cierto; pero también es una forma de perdernos a nosotros mismos, de romper el tejido social que sustenta a una meta exitosa.
No se trata del sueño guajiro en el que se romantice la unidad humana en pro de las metas; pero sí se trata volver a poner a lo humano en el centro de nuestras actividades de forma práctica y lógica. Recordemos que la velocidad de la confianza es imprescindible para que una meta se logre y permanezca en el tiempo; el núcleo principal de dicha confianza es la ética. Pocas veces no nos detenemos a pensar en algo tan importante como la ética en la empresa y los negocios; parce ser un concepto contradictorio del modelo de éxito que se ha normalizado; sin embargo, no es así.
Todos esperamos que la ética sea un hecho medible y observable; una acción prácticamente tangible. Si vamos con nuestra familia en el auto y pisamos el freno, deseamos que éste funcione debidamente; nuestra familia es invaluable, ¿cierto? Entonces, esperamos que el freno del auto haya sido diseñado y fabricado con ética; luego entonces, confiaremos en la marca del auto. Sin ética, no hay confianza, y si confianza no hay engagement, ni éxito.
Se ha normalizado que el camino hacia el éxito sea con base en el estrés, la incomunicación, la normalización de patologías psicológicas y emocionales, de jornadas sin horario fijo, de utilizar el teléfono móvil como un grillete a control remoto como una extensión de la oficina; un entorno hostil donde imperan los números y no las personas; donde el deber ser de un trabajador sea compatible con la meta y no con su bienestar.
El otro camino hacia el éxito es también posible y redituable. ¿Qué conceptos son habitables en esta vía? Para empezar, como decía líneas arriba, situar a lo humano como punto de partida; es decir, poner como piedra angular la responsabilidad individual como eje de una responsabilidad colectiva. Se trata de “cuidadanía”. De una de las practicas más añejas de la humanidad desde su etapa primitiva; sin esa capacidad de cuidarnos los unos a los otros nos hubiéramos extinguido hace mucho.
En este contexto, la adecuada gestión de las conversaciones, emociones, valores creencias y juicios también son ingredientes imprescindibles en el otro camino hacia el logro de las metas. El éxito no debe implicar un camino disociado de nuestra responsabilidad cono habitantes de este mundo. El éxito es un hábitat donde todos cabemos, incluso los éxitos de la competencia sin que sean asumidos como una amenaza. No es un mágico mundo color de rosa; es un mundo de competencia, pero con dignidad.