Burnout y ternura

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Padecer el síndrome de burnout es alejarse del sentido de vida. Implica riesgos en todos los ámbitos; desde el personal hasta el familiar y lógicamente en lo laboral. Va más allá de un cansancio extremo y una evidente desmotivación del colaborador en las tareas de la empresa. La expectativa que tiene una persona respecto a su bienestar difiere de la realidad percibida. En este sentido cabe preguntarse ¿cómo afecta el síndrome de burnout al cerebro humano?

Para empezar la memoria a corto plazo se reduce, lo que significa que el hipocampo está comprometido. Esta parte del cerebro desempeña un rol en tareas como el aprendizaje relacionado con tres tipos de memoria: la declarativa, incluida la memoria episódica y la memoria semántica. La primera implica la capacidad de recordar hechos o episodios de la vida de forma voluntaria y consciente; es importante porque hay información que es necesario evocar para realizar nuestros trabajos.

La segunda memoria, la declarativa, nos permite asociar los recuerdos en un contexto temporal y espacial, asimismo, nos ayuda a desarrollar nuestro sentido de identidad. La tercera memoria, la semántica, nos da el acceso a crear los conceptos necesarios para pensar de manera abstracta; implica la forma en que comprendemos al mundo. Este tipo de memoria hace asimilable el entorno en el que nos encontramos.

Sin la memoria semántica perderíamos la capacidad de generar los conceptos para desarrollar la narrativa de una realidad posible más allá de burnout. Situación que podría generar mayor carga de estrés a un colaborador que no puede ver la salida a su problemática. Es imprescindible poder verbalizar narrativas saludables en cualquier área y circunstancia de nuestras vidas. Somos seres que habitamos en el lenguaje.

Por otra parte, el hipocampo también controla procesos mentales relacionados con el recuerdo de vivencias asociadas a emociones. Por si esto no fuera poco, esta pequeña parte del cerebro tiene que ver con la ubicación espacial. Imagínese el peligro de un trabajador que debe operar un montacargas y padece burnout.

¿Sabía usted que muchos de los accidentes automovilísticos sucedidos los lunes por la mañana ocurren porque las personas, inconscientemente, no quieren llegar a sus trabajos? Así las cosas en un mundo de estrés elevado. Parece que le cerebro y la mente inconsciente encuentran soluciones a lo que nos negamos a aceptar.

¿Qué normalizamos en nuestras vidas?

El síndrome de burnout, así como otros síndromes laborales, suelen ser más comunes. En este sentido es pertinente preguntarnos que tipo de relaciones humanas estamos generando al interior de los centros de trabajo. Seguramente hay otras posibilidades de lograr los mismos objetivos procurando la salud mental de los involucrados.

Obviamente en el camino hacia el burnout hay muchas advertencias de que nos adentramos en un terreno peligroso; en este contexto, ¿qué nos impide escucharnos? ¿Cómo es vivir ignorándonos a nosotros mismos? ¿Cuáles son los costos de no tratarnos con benevolencia?

El psiquiatra italiano Eugenio Borgna afirma que “la ternura es hacerle entender al otro que es merecedor de la vida que habita.” Más allá de todos los tratamientos para el burnout, la ternura, la benevolencia, el tratarse amorosamente, no es ya un terreno romántico que exista fuera de la empresa o cualquier institución laboral; por el contrario, es urgente generar ambientes amables para restablecer el tejido social en todos los aspectos de la vida y rescatarnos a nosotros mismos.

Esto sería lo más inteligente que pudiéramos hacer. Coincido con el maestro Humberto Maturana: “la inteligencia no tiene que ver con los saberes; la inteligencia es la plasticidad conductual frente a un mundo cambiante.”

¿Qué nos dice el síndrome de Burnout respecto a nuestra inteligencia humana? Sería importante recordar que lo cultural no debe estar por encima de lo biológico y humano; todo lo contrario, lo biológico y humano debe dictar las pautas culturales.

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