Tener una ilusión en la cual habitar es una declaración de vida. En la praxis cotidiana tener una ilusión, un proyecto, un sueño o una esperanza que nos mueve puede parecer una cuestión romántica o filosófica.
Sin embargo, la neurociencia demuestra que contar con una ilusión tiene una base biológica poderosa, con efectos profundos en nuestra salud mental, física y en nuestra capacidad de adaptación. No es sólo “querer algo”; es una necesidad profundamente grabada en nuestro sistema nervioso. Es “honrar la vida”.
Un cerebro motivado desarrolla principalmente dopamina; cuando hablamos de ilusión, desde la neurociencia, hablamos de un concepto vital: la “motivación anticipada.” Esta motivación está estrechamente relacionada con la liberación de dopamina, un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa del cerebro.
La dopamina no sólo se libera cuando alcanzamos un objetivo, sino sobre todo cuando anticipamos que algo bueno va a suceder. Esa anticipación es, precisamente, la ilusión. Ese “honrar la vida” ahora pasa de la idea romántica y poética a una circunstancia biológica
Estudios han demostrado que al visualizar metas positivas, ya sea planear un viaje, esperar una reunión con alguien querido o trabajar en un proyecto significativo, el cerebro comienza a liberar dopamina. Esto genera sensaciones de energía, entusiasmo y enfoque. En otras palabras, tener una ilusión “enciende” al cerebro y la vida.
La falta de ilusión o de propósitos está fuertemente vinculada a estados depresivos. Personas que no encuentran motivaciones o proyectos que les estimulen tienden a mostrar una menor actividad en el sistema dopaminérgico y otras áreas relacionadas con la recompensa, como el núcleo accumbens o la corteza prefrontal ventromedial. Es decir, tienen pocos o nulos deseos de vivir.
Por el contrario, cultivar ilusiones, incluso pequeñas, activa redes neuronales asociadas al placer y al sentido de vida. Esto contribuye a mantener un estado emocional más positivo y resiliente, capaz de afrontar los desafíos cotidianos con mayor fortaleza.
¿Sabías que la ilusión esculpe tu cerebro? Tener un objetivo o ilusión también estimula la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse. Cuando nos involucramos en un proyecto motivador, el cerebro establece nuevas conexiones neuronales, refuerza circuitos de atención y aprendizaje, y promueve la liberación de factores neurotróficos, como el BDNF.
Esta es una proteína que ayuda a las neuronas a sobrevivir, crecer y diferenciarse. Entre otras funciones, dicha proteína está asociada al control de peso corporal y a la función emocional y cognitiva.
Esto es especialmente relevante en procesos de recuperación emocional, envejecimiento saludable o rehabilitación tras enfermedades. La ilusión actúa como un motor que da dirección al cambio cerebral positivo.
La importancia de tener un sentido de propósito es imprescindible en el ser humano. Varios estudios longitudinales, han señalado que las personas con un fuerte sentido de propósito o ilusión vital viven más tiempo, tienen menor riesgo de enfermedades neurodegenerativas y muestran mayor satisfacción en general.
Desde una perspectiva neurocientífica, esto se traduce en una activación más equilibrada de sistemas cerebrales relacionados con el estrés, la motivación y la memoria emocional.
Habitar una ilusión es una necesidad cerebral; no es un lujo emocional, es una necesidad biológica. El cerebro necesita motivos para activarse, para aprender, para resistir el estrés y para mantenerse saludable. Qué más da cuán grande o pequeña sea la ilusión que habites, lo que importa es que te impulse hacia la vida misma.
En un mundo que muchas veces gira en torno a lo urgente, a la velocidad sin sentido, recuperar el valor de lo que nos ilusiona puede ser, además de placentero, profundamente terapéutico. Desde la neurociencia, se confirma lo que intuimos desde siempre: vivir con ilusión no sólo da sentido a la vida, también da vida al cerebro.
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