Vivimos en nuestros pensamientos y desde ellos creamos eso que llamamos realidad. Constituyen nuestro Yo en nuestra historia de vida.
Según estudios de neurociencia los seres humanos tenemos un promedio de 60 mil pensamientos diarios; sólo el 5 por ciento es consciente y el 95 restante es inconsciente; sin embargo, estos pensamientos que habitan en un segundo plano impactan a cada momento en nuestras decisiones y la percepción del mundo que nos rodea.
¿Sabías que en un 80 por ciento nuestros pensamientos conscientes e inconscientes no son verdad? Solemos vivir entre pensamientos catastróficos que no tienen una verdadera posibilidad de ser; son cuentos que nos contamos y que nos disparan la amígdala cerebral; nos generan un subidón emocional.
En esta situación la parte lógica del cerebro no puede tomar buenas decisiones; obviamente, el mapa que se requiere crear, para diseñar una meta y su ruta de acción está plagado de emociones intensas basadas en pensamientos negativos.
No es lo que te dices; es lo que haces, sientes, piensas e interpretas de lo que te dices. Es decir, los pensamientos tienen que ver con el cómo los interpretas, sin darte cuenta, más que con la situación en sí; y entonces generas vivencias problemáticas que sólo existen en tu mente.
En este sentido es importante que te preguntes ¿desde dónde me estoy conectando con la meta? ¿Qué me digo de la meta? ¿Quién soy yo en la historia de la meta? ¿Desde qué estado emocional diseño la meta y su ruta?
Ese cuento que te cuentas es tu percepción del Yo en la historia de la meta que quieres diseñar. En el ámbito empresarial y en la vida personal, la mayoría de las ocasiones el mindset no es el adecuado para crear, para diseñar a dónde queremos llegar y cómo trazaremos el camino que nos llevará a ese estado deseado.
Las metas suelen diseñarse sin tomar en cuenta lo más importante: el vehículo, el combustible de la meta y la capacidad de la autonomía de vuelo; en una sola palabra: TÚ.
¿Qué hacer entonces para diseñar una meta y su ruta de manera propicia? ¿Qué hago con mis creencias, mis pensamientos y mis emociones al diseñar la meta? El trabajo está en la conciencia; la preguntas que están líneas arriba te pueden ayudar a tener más claro el mapa y el territorio.
Todo depende de cómo sea la relación con nuestros pensamientos; ¿Cómo es la relación entre el observador, o sea tú, y sus pensamientos? Esta pregunta es importante para desarticular ese mindset catastrófico que carece de bases.
Pero, ¡cuidado! Que tampoco todo es color de rosa. En este punto también es importante generar la sabiduría del observador para poder distinguir entre un pensamiento negativo, sin fundamento, que sólo es una trampa de la mente, y una verdadera posibilidad de riesgo. Recordemos que el “echeleganismo” ese pensamiento mágico positivo es tan peligroso como el pensamiento negativo infundado.
Para esto es importante saber cómo funcionan tú y tu mente. Entre más conciencia tengas de ti mismo, mejor. Es pertinente preguntarse ¿cómo me relaciono con la meta que quiero diseñar? Insisto, estamos hablando de la relación observador-meta. ¿Quién eres y cómo eres en ese momento?
Puede ser que sólo para esa meta te adviertas como una persona tímida, tibia, con un temor que no sabes de dónde sale. O puedes descubrir que estás con mucha sensibilidad; algo en el inconsciente se detona. Otro escenario es que se active tu “deber ser” y te pongas perfeccionista o te obsesiones con todo lo relacionado con la meta.
La inseguridad, la ansiedad o la desconfianza también son otras posibilidades de cómo te conectas a la meta desde lo psicológico.
En resumen, es necesario indagar en quién es ese Yo y su relación con la meta y su ruta.
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