El Ruedo es el escenario donde todo ocurre. Los sueños toman forma y también se desdibujan. Los retos en las empresas no suelen ir tan fieles a la muleta y tiran derrotes que pueden tener un alto costo si no se posee la capacidad y la estrategia para sortearlos.
Plantearse objetivos es el día a día en la empresa. El OKR (Objetives and Key Results) es el proceso, el sistema de navegación. La O representa las metas a lograr; deben ser amplias, significativas y ambiciosas. KR implica tareas cuantificables; son específicas y medibles. Esto es lo básico y en sí parece ideal y fácil de aplicar.
Lo que nadie te dice es que los OKR tienen vida propia; la empresa, los departamentos que la integran, los equipos de trabajo y los colaboradores deberían tener el suficiente presupuesto para diseñarlos y ejecutarlos. Y por “presupuesto” no me refiero a dinero; es algo más profundo y elaborado.
Para empezar, no es tan importante el “qué”; si no el “cómo” se logra un objetivo. Si somos capaces de gestionar nuestras creencias, conocimientos, emociones, sentimientos y actitudes que determinan las decisiones en nuestras vidas, estaremos en mejor disposición de obtener resultados significativos. El principal elemento para diseñar y lograr un OKR es el conversacional; si los colaboradores no tienen la capacidad de verbalizar sus ideas y el cómo ejecutarlas, el OKR nace sin vida.
En una de mis intervenciones a empresas conocí a Manuel, gerente del área de calidad. Hombre serio de ideas claras y pensamiento rígido. Era el típico Baby Boomer. Su equipo de trabajo era dinámico y funcionaba muy bien por objetivos. Era un puñado de mileniales muy entusiastas. Experiencia y juventud; parecían los ingredientes clave para llevar a buen puerto las tareas de cada día. Sin embargo, Los OKR eran su peor pesadilla.
La brecha generacional les pasaba factura. Tenían contradictoras formas de verbalizar lo que traían es sus cabezas. Para empezar, debo aclarar que lo contrario puede coexistir; mas no lo contradictorio. En el primer concepto puede haber un equilibrio; en el segundo, no. Es una idea o la otra.
El reto se traducía en gestionar la diversidad generacional y convertirla en una ventaja competitiva. Genial, pero ¿cómo lograrlo? Para que la idea salga por la boca de una persona debe pasar por varias aduanas: la idea que nace en mi mente, lo que me animo a decir, lo que digo, lo que creo decir; los juicios y creencias que integran lo que quiero decir. La autoestima, auto imagen y autoconfianza son parte del personaje que soy yo al emitir la idea. Hay personas que en su vida no se han sentido escuchadas y buscan imponer sus ideas sin consenso, sin aceptar retroalimentación. Estos individuos son poco tolerantes a la frustración.
Por otra parte, está el otro personaje, que no siempre actúa como un receptor. Y es que nadie o casi nadie nos ha enseñado a cachar al otro desde la escucha. Sin duda una de las principales áreas de oportunidad en muchas empresas.
Así, el que está ante el mensaje lo recibe, en el mejor de los casos, desde una capacidad de escucha limitada por sus creencias y juicios sobre el emisor y sus palabras. Recibe desde un sistema emocional que no siempre sabe gestionar. En el escenario mental del receptor, las palabras del emisor habitualmente se estrellan como el mar en un dique; escucha desde la supervivencia y no desde una posibilidad de acción. Esto es lo que sucedía con Manuel y sus colaboradores.
Lo anterior es sólo un acercamiento al garabato lingüístico en el que se viven los equipos de trabajo al interior de las empresas. La vida secreta de los OKR está integrada por los relatos de las personas que buscan darles vida.
Todo ser humano habita en el lenguaje. Aquello que nos une, que nos pone en sintonía son los relatos. El reto está en generar relatos o discursos de confianza, de aceptación, de desapego a sistemas de creencias caducos; de juicios que etiquetan al otro como alguien que impone y de quien debemos defendernos. Así, resulta pertinente preguntarnos: ¿En qué tipo de relatos nos vivimos en la empresa? ¿Somos capaces de crear relatos en los que sea posible cohabitar el éxito desde la integración del otro y no desde su invalidación?
La inteligencia conversacional es el ADN de un OKR. Y como cantara Serrat: “Parece tan fácil como extender la mano, y es tan lejano y frágil.”